A parte de los resultados y los postulados expuestos por A. Einstein, en los que los sucesos dejan de ser simultáneos si se miden desde sistemas de referencia distintos, en su aclamada teoría de la relatividad, esta misma teoría también conduce a algunos comportamientos peculiares cuando las velocidades se asimilan a la de la luz. La exploración de tales “efectos”, con las que resulta consistente el punto de vista de Einstein del universo, condujo a la mayor parte de las estimulantes ideas que determinaron la senda que tomaría la ciencia moderna. Sea dicho el pensamiento de la relatividad espacio-temporal es razonablemente más antigua que la publicación de la teoría de Einstein; comentada tanto por Newton como por Galileo Galilei
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Carl Sagan |
Einstein explicó estos peculiares efectos mediante “experimentos mentales” muy sencillos de plantear pero muy complicados de digerir o aceptar. Estos experimentos han sido expuestos al público por grandes mentes contemporáneas a Einstein; ejemplos clarificadores son Carl Sagan (en su gran documental y libro, Cosmos), Stephen Hawkin, Susan Joselyn Bell o Arno Penzias.
Dilatación temporal
En primer lugar, comencemos con uno de los famosos experimentos mentales de Einstein. En este caso, imaginemos dos relojes, uno de los cuales se mueve con un observador viajando en una nave interestelar a una velocidad muy cercana a la luz (aunque Einstein utiliza mucho el concepto de tren debido a la facilidad de imaginarlo y al auge de la industria ferroviaria de su época) mientras otro permanece estacionario en tierra firme. Imaginemos que se trata de relojes de luz, en los cuales el tiempo se mide haciendo que un pulso de luz rebote entre dos espejos, revelado por un detector de luz. Si el observador en tierra mira su reloj, verá que los pulsos de luz se reflejan entre ambos espejos en línea recta, midiendo el tiempo. De modo parecido, nuestro viajero interestelar verá lo mismo si observa su reloj mientras viaja a unos 300.000km/s.
Sin embargo, imaginemos que al observador estático se le ocurre mirar en el reloj de su compañero en el espacio estelar la hora. Se fija en un pulso de luz que se refleja en un espejo y seguidamente en el otro. Pero en el tiempo que tarda la luz de un espejo al otro el reloj (y obviamente su portador) se desplaza una distancia razonable en el espacio. Así pues, el camino que la luz recorre desde un espejo le parece al observador estático un recorrido “zig-zagueante”.
El observador en tierra puede calcular la distancia recorrida por el pulso de luz si sabe que la velocidad a la que viaja la luz es c, la velocidad constante de la luz. Puesto que velocidad por tiempo da como resultado espacio o distancia, puede calcular cuánto tiempo precisa el pulso luminoso para reflejarse entre ambos espejos. Esta cantidad puede utilizarse para comparar el tiempo del reloj en movimiento con el de su reloj en posición estacionaria. Pero cuando compara estos resultados se lleva una gran sorpresa. Aunque ambos relojes hayan sido sincronizados al inicio del experimento, al comparar estos resultados se percata de que su reloj lleva un ritmo mayor al que está perdido en el espacio sideral. Este efecto se llama “dilatación del tiempo (temporal).
Este efecto se daría con cualquier reloj, no solo los de luz. Este experimento o pensamiento es fácilmente aplicable con cualquier otro reloj.
Esta dilatación temporal tiene lugar debido a la constancia de la velocidad de la luz. Esta velocidad es igual en todos los sistemas inerciales y de referencia.
Este efecto ocurriría a la inversa si el observador en movimiento considerara que él está en reposo. Entonces el reloj que se movería aparentemente más despacio seria el terrestre, dándose igualmente esta dilatación temporal. Estos efectos de dilatación temporal no se dan únicamente en el tiempo, sino también en el cuerpo humano; el observador viajando cerca de la velocidad de la luz envejecerá más despacio, razonablemente más despacio, que el observador estático.
Estos efectos de dilatación han sido medidos experimentalmente. Uno de estos experimentos, y esta vez me refiero a experimento empírico, se realizó sincronizando dos relojes idénticos y poniendo uno en un avión dando vueltas por el mundo mientras el otro se mantenía apoyado en la poyata del laboratorio. Teniendo en cuenta que la velocidad de crucero de un Boeing 747 es de 800 km/h, lo que queda muy lejos de los 300.000km/s de la luz, el cambio horario entre ambos relojes no era muy significativo. Aunque haya una gran diferencia entre ambas velocidades, el reloj que rondaba la tierra a 800km/h mostraba menor tiempo transcurrido que el que permaneció en el laboratorio. Lo que parece ciencia del futuro ha estado realmente a nuestro alrededor durante mucho tiempo, aproximadamente 13,7 miles de millones de años (con un error de unos 0,2 mil millones de años arriba o abajo).